jueves, 1 de septiembre de 2016

Perdón

Dentro de las costumbres y prácticas católicas está la devoción al sagrado corazón de Jesús. Estoy seguro que todos hemos visto los símbolos que se usan para representar este corazón. Muchas personas los tienen como calcomanías, y hasta se ve colgando de los retrovisores de los carros como un aromatizante.

Creo que nosotros nos sentimos incómodos con esto, porque sabemos que Dios nos prohíbe en su Palabra venerar o adorar representaciones suyas. Pero esta costumbre y este símbolo hacen surgir una pregunta muy interesante: ¿cuál es el verdadero corazón de Dios? ¿Cuál es el latido de su corazón? ¿Qué es lo que él más desea?

Hoy vemos por medio de una historia que cuenta Jesús realmente cómo es el corazón suyo. Vemos cuáles son las cosas que le apasionan. Y podemos sacar conclusiones muy importantes para nuestras propias vidas también - conclusiones que van mucho más allá de una representación en un aromatizante.
Abramos los oídos para que Dios nos hable.

Lectura: Lucas 15:1-7

15:1 Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle,
15:2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come.
15:3 Entonces él les refirió esta parábola, diciendo:
15:4 ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?
15:5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso;
15:6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.
15:7 Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.

Aquí Jesús nos revela el corazón de Dios. Nos revela un corazón que desea el arrepentimiento de quienes se han alejado de él, y que toma la iniciativa en salir a buscarlos.

Jesús es el Buen Pastor que ha venido al mundo para buscar a sus ovejas que se han extraviado. Él no se quedó en el cielo, mandando a sus profetas para llamarnos al arrepentimiento. Él mismo vino al mundo para rescatarnos y llevarnos al Padre.

Vemos cómo este corazón de amor se compara con la actitud de los que, en el día de Jesús, pretendían representar lo que quería Dios. Vamos a verlo de tres aspectos diferentes.

I. Jesús da la bienvenida a los pecadores cuando otros los desprecian

La ocasión de esta parábola es la reacción de los fariseos cuando ellos vieron a Jesús relacionándose con quienes, para ellos, eran los desechos de la sociedad. Vieron que Jesús hasta comía con ellos, y les fue imposible entenderlo.

Bien nos imaginamos a los fariseos, como un par de ancianas, diciendo: ¡Míralo! ¿No sabe quién es esa mujer? ¡O a lo mejor sabe muy bien! Y ¡ese hombre! ¡El que me cobra demás en los impuestos! Imposible. 
Y así, con sus insinuaciones y críticas, ellos mismos se hacían sentir muy superiores. Seguramente se pensaban mucho mejores que Jesús, porque ellos nunca se juntarían con esa chusma.

Pero Jesús veía con otros ojos a las personas que lo rodeaban. Él los veía como personas que Dios valoraba, hombres y mujeres con quienes él quería tener una relación, seres hechos a la imagen de Dios. Él veía detrás de las manchas de pecado el alma que Dios deseaba rescatar.

Debemos tener mucho cuidado de no caer en la trampa de los fariseos. Porque fácilmente podemos olvidar que es Dios quien nos ha dado libertad y salvación, que todo lo que tenemos y somos viene de él, y empezar a sentirnos superiores. Podemos pensar, No queremos a esa clase de gente aquí en la iglesia.

Por supuesto, hay situaciones en las que debemos de distanciarnos de ciertas personas. Por ejemplo, hay amigos que no son una buena influencia, y no debemos de acercarnos mucho a ellos. Si Dios nos ha salvado de una vida de borracheras y parrandas, debemos de alejarnos de las viejas amistades - sobre todo cuando están tomando. 

Como dice la Escritura, la mala compañía corrompe el buen carácter.
El peligro llega cuando empezamos a sentir superioridad, cuando llegamos a pensar que somos mejores, y cuando perdemos el deseo de que ellos también experimenten la salvación que hemos llegado a tener. 

Si miramos a los perdidos, y vemos en ellos gente corriente que no merece nuestra compañía, entonces estamos pensando con la mente del fariseo en vez de tener el corazón de Jesús.

¿Cómo respondemos a los que aún no conocen a Cristo? ¿Nos creemos mejores? ¿O los vemos con los ojos de amor que Cristo tiene? 
Vemos que este amor lo llevó a tomar acción. Jesús fue más allá de la aceptación a la acción.

II. Jesús sale a buscar a los pecadores cuando otros los rechazan

Esto lo vemos en la historia que él cuenta, algo que sería muy familiar para sus lectores.

Quizás algunos de Uds., como niños, cuidaban vacas o chivas. Imaginen que al llegar a la casa alguna noche, se dieran cuenta de que falta una. Saben muy bien que su papá no va ver con muy buenos ojos la pérdida de uno de esos animales. 

Ahora, ¿qué van a hacer? Dirán, ¿a ver si regresa esta noche? No lo creo. Más bien, ahí dejan a los demás animales bajo el cuidado de algún familiar, y salen a buscar el animal perdido. Esto es precisamente lo que ha hecho Jesús.

La Biblia nos dice que todos nos extraviamos como ovejas. Vamos por nuestro propio camino, haciendo lo que mejor nos parece. Mi papá se crió en una granja de ovejas, y me cuenta que son unos animales muy tontos. Así que, cuando la Biblia nos compara con ovejas, no es ningún halago.

Pero aquí precisamente vemos el amor de Dios. En vez de dejarnos ir por nuestro propio camino a la perdición, Cristo vino a buscarnos. El vino a mostrarnos el camino que Él abrió por su propia muerte para que pudiéramos llegar al Padre. En vez de decir: bueno, a ver cómo la hacen ellos, Él salió a buscarnos.

Esto significa dos cosas. La primera es que nosotros, los que somos creyentes, debemos de unirnos a Cristo en su misión. Él no se quedó en el cielo, esperando que nosotros viniéramos a buscarlo. Esto sería imposible. Y tampoco nosotros debemos de quedarnos en la iglesia, esperando para ver si la gente viene a buscarnos. Esto no va a suceder.
Nosotros tenemos que salir a buscarlos, así como Jesús vino al mundo, dejando la comodidad del cielo, para buscarnos a nosotros.

Pero la segunda cosa es para ti que todavía no te has entregado a Cristo. Mira el esfuerzo que él ha hecho por encontrarte. El vino del cielo hasta el mundo para entregar su vida en cambio por la muerte que tú te mereces. El te vino a buscar. Ahora la pregunta es: ¿Cómo responderás? ¿Aceptarás su perdón? ¿Aceptarás que él te lleve?

Porque él no te va a obligar. El quiere que tú reconozcas tu necesidad, y aceptes su salvación. El quiere que te arrepientas de tu pecado y empieces a seguirle.

Y esto lo vemos en un tercer contraste.

III. Jesús se regocija por los que vuelven cuando otros los desdeñan

Jesús no sólo nos recuenta la reacción del pastor al salir a buscar a la oveja perdida, sino que también nos cuenta del gozo que sintió al encontrarlo.
En ese momento, el pastor siente más gozo por esa oveja que se ha encontrado que por los otros 99 que están a salvo. Dios siente gozo cuando el pecador se arrepiente. Dios siente alegría por la decisión que ha tomado esa persona.

Muchas veces tenemos la idea de que Dios está tan distante, tan lejano, y es tan grande que nada de lo que hacemos la afecta. Podemos pensar que a él poco le importa lo que hacemos. Pero aquí Jesús nos enseña algo muy distinto. El nos enseña que Dios se deja afectar profundamente por nuestras decisiones. Cuando rechazamos su amor, el siente dolor. Y cuando lo aceptamos, cuando nos arrepentimos y empezamos a confiar nuevamente en él, entonces le damos gran gozo.

Si tú estás aquí en esta mañana, y nunca has recibido personalmente el amor de Dios, si nunca le has confesado tu pecado para que él te perdone, si nunca has aceptado la salvación que él te ofrece mediante la muerte de Jesús, tú puedes hacerlo hoy.

Y a Dios le importa que lo hagas. El está esperándote. El quiere que tú lo aceptes. Dice la Biblia que Dios no desea que nadie se pierda. El no se complace en que tú sigas por tu camino, aunque te lo permitirá si insistes. Pero el deseo de su corazón es que te arrepientas, que recibas su perdón, y que llegues a ser su hijo.

Esta es la razón que Jesús vino al mundo. Esta es la razón que él murió en la cruz. Y ésta es la razón que estamos reunidos aquí en esta mañana - porque Dios se regocija cuando un pecador se vuelve a él.

¿Cómo responderás al amor de Dios? ¿Te dejarás encontrar por él? ¿O como Adán en el jardín, te esconderás porque tienes temor? 
No desprecies el corazón de Dios. No cierres tu corazón a él. Acepta hoy su perdón.

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