miércoles, 4 de octubre de 2017

Intimidad

La intimidad sexual y los derechos sobre el cuerpo del cónyuge en el matrimonio

Reflexiones sobre la Aplicación de 1 Corintios 7:3-5

1 Corintios 7:3–5
El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia.

Este es un consejo paradójico a las parejas casadas, y creo que Pablo lo sabe. No da el derecho a ninguno de los cónyuges de exigir ciertos actos sexuales el uno del otro que no quieran dar. Es más complejo que eso. Sigue el pensamiento conmigo.

Lo paradójico y delicado de este texto es que, lógicamente, no funciona. Lo que hace es llamar a la pareja a un profundo esfuerzo para complacer al otro sin resolver quién terminará obteniendo el máximo placer, sobre todo porque cada uno tendrá el placer de no pedirle al otro hacer algo que el otro no encuentre placentero.
Esto es lo que quiero decir. Si el cuerpo de la esposa es del esposo y el del esposo de la esposa, y cada uno tiene autoridad sobre el cuerpo del otro, entonces él tiene la autoridad de pedirle a ella que haga algo en lo que él encontrará placer, y ella tiene la autoridad sobre el cuerpo de él para pedir que él aumente el placer de ella al no pedirle que haga eso.
Callejón sin salida.
Esta es la vida real. He tratado con esto en mi propio matrimonio, y lo he visto en muchas parejas. Lógicamente, el texto lleva un callejón sin salida. Y creo que Pablo lo sabía. Él los estaba llevando más allá de la lógica en este asunto.
Esta es una analogía a Romanos 12:10 donde Pablo nos dice: "en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros". Yo trataré de honrarte y tú tratarás de honrarme, y ¿quién tendrá el mayor gozo de honrar más al otro? Es una danza misteriosa de amor en la comunidad cristiana mientras rendimos nuestros derechos y nuestras exigencias, y buscamos superarnos los unos a otros, no en lo que no podamos conseguir, pero en lo que podamos dar</ em>.
Del mismo modo en el matrimonio. Buscamos principalmente el complacer al otro. Ella quiere agradarlo a él, y por lo tanto tendrá la tendencia a dar lo que él desea. Él quiere complacerla a ella, y por eso no es propenso a demandar o exigir algo que ella encuentra desagradable. Y viceversa.
Esta es una manera en la que la paradoja se derrumba.
El liderazgo del esposo está definido por Pablo no principalmente como la exigencia de derechos, sino como el entregar su vida por el bien de su esposa (Efesios 5:25). Por lo tanto, la resolución predominante de la paradoja sexual es que el esposo toma la iniciativa de buscar maximizar el placer de su esposa con gentileza y ternura, tomando profundamente en cuenta sus anhelos, en lugar de presionarla a adaptarse a los de él.
La aplicación práctica de 1 Corintios 7:3-5 no se resuelve con lógica o tomando turnos o con el dominio masculino o la sumisión femenina. Se resuelve en el misterio del amor que se descubre incluso aquí, cuando nuestro placer físico es más prominente que en cualquier otro lugar, "Más bienaventurado es dar que recibir" (Hechos 20:35). Hay una competencia de sacrificio santa y humilde de hacer que el otro esté contento al máximo. El callejón sin salida de la lógica se rompe por el milagro de la gracia: Con Dios todo es posible.
Viviendo el misterio del amor junto a ustedes,

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